
Mirándome al espejo cada mañana trato de delinear el perfil de la mujer anhelada, la mujer deseada, una a una mil prendas coloco sobre mi cuerpo para salir al ruedo de la vida.
Y es singular que la ropa que me pongo es como extensión de mi esencia de mujer.
Entre pinturas, voy cubriendo mis años, refrescando mi piel, delineando mis ojos, marcando el perfil de mis labios, me peino como si cuidara una cascada.
Y al mirarme, termino por retirarme todo aquello que agregue, lo que llamo disfraz de lo que no soy y que simplemente no va con lo que fluye como manantial en mi.
Descubro mirándome al espejo, que me gusta ser yo misma, con el rostro fresco iluminado por el sol mismo, el brillo de mis ojos que como farolas se desnudan en la mirada.
Que mis labios sean el marco de esa sonrisa que tanto agrada, pues brota de mis entrañas, y esas arrugas que digo tener, son las huellas que me he permitido vivir y que muchos apenas logran en llegar.
Mi piel tersa, la mirada picara, la sonrisa fácil, y la palabra siempre jovial, trivial y alegre, son el trajear de esta mujer que vive además de soñando, vive existiendo en la intensidad del amanecer que emerge como la hermosa promesa de un día más en el intento de amar.
Y que intentando constantemente vibra y palpita en los brazos de la musa que alimenta los afectos, sus pasiones, sus amores.
No puedo convertirme en lo que anhelas de mujer, puedo ser la mejor como soy, no la perfecta mujer, sino la mejor en lo que siempre he sabido hacer.
Vivo soñando no de sueños, más si vivo en mis sueños. Pues al mirarme al espejo con la piel limpia, recién bañada siento que soy mejor que la mujer que sueñas y anhelas. Pues Soy y existo.